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¿Y DÓNDE QUEDA EL SABER DE LA MATERNIDAD?

  • ama

Casi 8 años (la edad de mi hija mayor) me ha costado verlo, me chirriaban cosas sí, pero no era capaz de ponerlo en palabras, de materializarlo.

En 2016, un grupo muy bonito de gente creamos Sorkin, veníamos con un montón de ideas y ganas de hacer cosas, juntas, que transformaran. En junio de ese mismo año, nuestra compañera Teresa era madre de su primera txiki, y desde Sorkin seguimos haciendo, juntándonos, generando reflexión, contenido, creando redes, … Sin parar. A finales de 2017 me tocó a mí zambullirme en el apasionante mundo de la maternidad. Y desde Sorkin, de nuevo, ahí seguimos, generando más contenido, haciendo nuestros primeros proyectos, impartiendo formaciones, … De nuevo sin parar.

Todavía recuerdo una formación, el Taller de Mapeo Colectivo en una Investigación Acción Participativa comprometida socialmente, en la que participamos dinamizando una de las sesiones. En la ronda de presentación nos teníamos que situar desde dónde hablábamos cada quien. Mi hija en ese momento no tenía el año. Yo ni me acuerdo que dije de mí, pero sí recuerdo una cosa, no dije que era madre. Y lo hice a conciencia. No fuesen a devaluarme ya en estos espacios de militancia feminista (esas creencias tenía yo formadas). Pero, luego, pensando, me quedé con el runrun, ¿y cómo no he dicho que soy madre?.

Pasaron 2018 y 2019 a un ritmo frenético, y tanto Teresa como yo (las dos personas más activas en la asociación a nivel laboral en esos tiempos) gestionando este emprendimiento con ambas criaturas en su primera infancia. Luego llegó 2020 y con él la pandemia, y, sin entrar en todo el dolor que causó en múltiples aspectos, fue un regalo para nosotras. O, al menos, así lo viví yo. Porque paramos. Paramos, nos situamos y recalculamos.

Teresa decidió dejar Sorkin de forma profesional (aunque sí siga formando parte de la asociación), y buscarse el trabajo en otro sitio. Yo decidí seguir, pero a otro ritmo, a mi ritmo y el de mi maternidad (siendo muy consciente de poder hacerlo desde el privilegio de tener otro sueldo en casa y poder organizarnos así).

Mi hija tenía 2 años y medio y fue un antes y un después para nosotras. Los años previos y el ritmo frenético tuvo consecuencias, claro, pero poco a poco fuimos recolocándonos. Y ahí siento que comenzó mi maternidad más consciente y, también, política. Porque sí, la maternidad también es política. Tenemos claro el lema de “lo personal es político”, pero, la verdad, a mí, el situarme desde esa postura clara y de reivindicación desde la maternidad me ha costado lo mío… Pero esto es como las gafas moradas, una vez que politizas tu maternidad, no hay vuelta atrás.

Y es que, estos años, gracias a gente maravillosa que se me ha ido cruzando en el camino de una forma u otra (gracias Idoia, María, Hémera, Ainhoa, Maite, Luisa, Alba,…), he podido ir recolocando (algo) esas cosillas que me chirriaban al comienzo de mi maternidad. He podido ir poniéndole nombre a algunos sentimientos, a algunas sensaciones y, eso, es muy transformador.

Esto se ha acrecentado en los últimos meses, más o menos desde mediados de 2024. A través de la participación en diversas jornadas en Txirbilenea (como la jornada “Des(educar)” o la jornada “Maternidades antipatriarcales”), la presentación del libro “Maternidades en resistencia” y el trabajo de Las Sindis -Sindicata de Madres Feministas-, o en diversas formaciones con Luisa Fuentes Guaza (como el taller “Feminismos, reproducción de la vida y “condiciones dignas”: ¿qué necesitamos identificar, desmontar y vertebrar para que maternar o sostener a cuerpos dependientes no sea equivalente a esclavitud y pobreza?” y el programa “Las madres como fuerzas políticas legítimas”).

Cuestiones como que para centralizar los cuidados, primero es necesario descentralizar, tanto el mercado como la familia. No vale sólo con reconocer todos esos cuidados, también hay que remunerarlos, un salario materno vaya. Que todo lo que implica lo reproductivo se pueda vivir dignamente, lo que implica, indudablemente, las condiciones materiales. Algo que hila con la propuesta de justicia social para las madres que trabajamos en una de las sesiones con Luisa. El generar condiciones vivibles para que todo el mundo pueda tener una vida vivible.

O el sacar todo el potencial político que encierra la maternidad, resignificarla como fuerza de transformación tremenda que es. Reapropiarnos de lo reproductivo para que la maternidad también se pueda vivenciar como una práctica emancipadora.

Además de política, la maternidad también es un saber, un saber que, desde luego, pone la vida en el centro como el que más. ¡Y ni lo hemos nombrado en los trabajos realizados hasta la fecha! Y, sin embargo, la maternidad tiene todo lo que trabajamos desde Sorkin: es un lugar fundamental desde el que construir nuestros propios espacios de enunciación, de generar episteme, conocimiento, saber. Porque el saber está ahí, y es un saber que pone la vida en el centro, es más, es EL saber que pone la vida en el centro.

Y en esas estamos. O al menos, yo estoy y, con ello, también Sorkin. Haciendo desde otros lugares igual no tan valorados ni visibles, con ritmos totalmente contrarios a los del sistema productivista, pero haciendo, desde la centralidad de la vida. Intentando no caer (de nuevo) en esa jerarquización de mis procesos vitales, que son muchos (y a veces hasta contradictorios), y que algunos incluyen la salarización, sí, pero otros no, y no por eso son menos válidos.

Politizar la maternidad, mi maternidad, resignificarla como fuerza de transformación y, desde Sorkin, como saber fundamental que pone la vida en el centro.

Para profundizar sobre este tema, os recomiendo encarecidamente cacharrear por los siguientes sitios web, fanzines, etc:

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