[En esta entrada del blog, Nines narra algunos de los sentimientos que le afloraron en la dinamización de la jornada del 3 de febrero del Primer Encuentro de Mujeres sobre Género y Energía. La narración parte de su encuentro casual con Ana Aupi a media tarde en la puerta del Hika Ateneo, antes de saber quién era y verla sobre el escenario en el acto que dio cierre a la jornada…]
Nines Alquézar Castillo
Una pregunta trivial, una fórmula cotidiana para iniciar una conversación… una pregunta que a mí siempre me pone en un compromiso. Cómo explicar que soy de aquí y de allá, que ser de acá y de allá es parte de mi esencia… no es que sea difícil, es que la respuesta se merece una mínima explicación que no acostumbro a darle a cualquiera.
Esta vez la pregunta me la hizo alguien especial. Alguien con un alma potente que yo aún no había intuido siquiera. Ana captó mi atención. Estaba tomando aire en la puerta del Hika Ateneo, cuando ella llegó con un séquito de personitas que parecían que no sentían que encajaban del todo allá. Ignorante de mí, y totalmente metida en mi rol de facilitadora, estuve a punto de decirles que estábamos en un evento de género y energía. Pero también pensé que no me tocaba juzgar la pertinencia o no de su presencia.
Su apariencia, casi efímera; flacucha, de apariencia frágil, con rostro infantil y mirada limpia de ojos claros penetrantes que casi piden permiso para escudriñar. La miré un momento y no volví a prestarle atención. Tocaba presentar la plenaria y generar ese ambiente distendido y cálido que nos propusimos como facilitadoras. Era el turno de la biodanza: el momento de danzar al ritmo de la música seleccionada para la ocasión; un momento importante en nuestra metodología de aprendizaje vivencial. Sin duda que lo fue: me emociono de recordar a toda esa masa de mujeres como un solo, danzando, sonriendo, regalándose risas y caricias. Una imagen hermosa, llena de energía positiva.
Culminó la jornada de facilitación y con un dulcísimo sabor de los agradecimientos, reconocimientos y abrazos recibidos fuimos cerrando y relajándonos. Decidí quedarme un poco más y me senté a disfrutar de esa buena energía que llenaba el salón, aún sorprendida de que un día tan agotador hubiera provocado ese subidón y que hubiéramos contribuido de algún modo a ello. Estaba tan emocionada que tuve que salir a soltar lágrimas al aire fresco de la noche.
A la vuelta, encontré a Esther, con quien me sentía profundamente en deuda y agradecida por habernos implicado en este proyecto tan hermoso. Me sumé a su conversación. Allá estaba Ana. En un momento dado, cara a cara, ya cayó el: y tú, ¿de dónde eres?
Y me encontré dando explicaciones acerca de que nací en Barcelona, a donde regresé hace poco después de haber vivido la mitad de mi vida en diferentes rincones del mundo; explicaciones sobre mi necesidad de mantener fuerte mi vínculo con Bilbao, y sobre otros vínculos importantes, generados en mi trayectoria vital, que cuesta mantener vivos por una distancia oceánica.
Mi interlocutora escuchaba atenta; hablamos suave las dos. No percibí acento alguno en su voz… hasta que de repente soltó un “entiendo de qué me hablas” y al rato un “soy la del libro”. Me estaba dando pistas de su esencia, de su origen y sus luchas de resistencia, pistas que después tomaron todo el sentido.
Cuando le contaba del paisito (El Salvador) o de Bolivia es cuando explicaba la dificultad y el coste emocional que supone no tener cómo materializar esos vínculos, esos lazos de alma que toca tan solo invocarlos; ¿cómo tener todos tus pedazos contigo? Y obtuve alguna respuesta más tarde, cuando me resonó fuerte lo de convocar a todos los que me han traído hasta aquí, que sonaría alto y contundente sobre el escenario, en el momento de celebración y clausura de la jornada.
Acabada la conversación, me fui para otro lado, con una agradable sensación; me encanta cuando dos personas no ponen barreras para hablarse y escucharse; se da esa comunicación verdadera que es un regalo cuando ocurre.
Así se echó el tiempo de la presentación del libro. Más por curiosidad por ver qué generaba tanta expectativa para que se llenara la sala que por interés por la temática –seguía sin descifrar las pistas-, busqué un sitio para escuchar. El emotivo discurso de Lolita Chávez me condujo al cajón de los recuerdos; se agolparon vivencias y emociones; mil sensaciones y sentimientos acudieron en raudal a mi presente; todos convocados, todos ahí presentes… Hace ya 23 años que viajé a Guatemala; el viaje que marcó mi vida y trazó un camino y una trayectoria vital. Al recordar aquello, un torrente de emociones se desbordó y aún ahora, escribiendo estas líneas, sigue brotando y pidiendo que pare y deje espacio para fluir, para reverenciarlo, para traer una vez más a mi conciencia cuanto poso dejó en mi…
Con tan contundente introducción, y con el reconocimiento de los momentos que crean vínculos, como el tejido entre Ana, a través de sus vivencias hechas poesía de resistencia, y Lolita, inquebrantable defensora de la vida en sentido amplio, de la vida en toda sus manifestaciones, de la vida como algo mucho más grande nuestra individualidad, de la vida que se sabe parte de un todo… no pude más que ir emocionándome más y más.
Y así fui tomando conciencia de una esencia poderosa detrás del “y tu, ¿de dónde vienes?", y me dije: ¡púchica, y tu sin enterarte! Y eso que aún quedaba mucho por descubrir: llegó la música de Las amigas de Yoli, con poesías del libro de Ana entretejidas con cada canción, llegó la sobredosis de fuerza y contundencia, de sentimiento a raudales embriagándonos a las que no pusimos ninguna resistencia… ¡que fuimos unas cuantas!
Compré su libro y fui directa a pedir que me lo firmara. Nunca antes una poesía traspasó mi ser con tanta intensidad, recordándome “que ir buscando no es estar perdida, es atreverse a cambiar de dirección.” Nunca tuve la tentación de que me dedicaran un libro. Pero era tan intenso el sentimiento ante aquellas palabras, las que invocan su esencia guatemalteca, y todo lo que revolvieron mi ser… que sentí la urgencia de hacerlo.
Su dedicatoria todavía me causó más emoción; nuestra conversación estaba nítida en su recuerdo, y, en esencia, la plasmó: los vínculos duraderos… y los cuidados feministas. Yo no tengo tan buena memoria, y apenas recuerdo cómo y de qué fue esa referencia a los cuidados feministas… pero seguro le solté algo de la P de personas, de la danza y de la necesidad de cuidarnos y mostrarnos afecto. Sí recuerdo que nos despedimos con un abrazo; un abrazo cálido y de los que permiten que los corazones se sientan.
Hablar de cuidados feministas me remite a otro de los momentos vitales que marcan: el que me vinculó al emprendimiento colectivo, un capítulo que dejo para otro momento, pero que, en definitiva, es el que hizo que sea parte de Sorkin, nuestro Alboratorio de saberes, que hace posible que mantenga un vínculo estrecho y duradero con Bilbao y, casualmente, hizo que estuviera en ese encuentro.
Jamás he pedido una dedicatoria. Jamás antes compré un libro de poesía… pero el impulso fue visceral y rotundo: vé, cómpralo y salúdala, reconociéndola, ahora sí, por ese alma poderosa; estaría bien agradecer y reconocerte otra vez en su mirada. Y así, con el regalo de su dedicatoria en esa página en blanco ahora con tanto sentido, dejo que sigan tejiéndose vínculos en un caminar que sigue, cargada de invocaciones a todo lo que ya ha sido y sigue siendo en mí.
(La foto que ilustra el post fue tomada por compañeras de Ecuador Etxea, más imágenes del encuentro en el siguiente álbum)