(Ilustración de Leire Llano)
Las mujeres baserritarras se han encargado tradicionalmente de trabajar la huerta, dotándose así de materias primas para la alimentación y para cubrir otras necesidades básicas, como vestir o sanar. Una huerta tradicional solía contar también con gallinas, cerdos y otros animales de corral que se alimentaban de aquello no apto para el consumo humano y a su vez, proveían de fertilizante a la huerta. Se cerraba así un ciclo enormemente sostenible, a la vez que complejo de gestionar.
El estiércol de estos animales, junto con restos de frutas, verduras y cosecha en general, se acumulaba en un montón o pila durante un largo periodo de tiempo, imitando el proceso que de forma natural se produce en un bosque, por ejemplo. Así, el compostaje viene a ser una forma de reproducir este proceso, que permite cerrar el ciclo de la materia orgánica, pero de forma controlada y en menor tiempo, al que si añadimos lombrices de tierra aún aceleramos más.
Este es uno de los saberes que desarrollamos en las fichas didácticas para educación formal “La ciencia que se esconde en los saberes de las mujeres”. Te animamos a descubrir el resto.